Interrumpo mi labor creativa para gritar por aquí lo que ayer mi hijo no pudo gritar: ¡has actuado muy injustamente profesor de mier… y estoy muy enfadado ahora contigo!
Resumo la escena: clase de
Geografía e Historia. El profesor está cantando las notas que han sacado en el
examen. Romeo aprovecha este momento no explicativo para chocar la mano con un
compañero que ha estrenado guantes nuevos y que, me dice, molaban mucho, mamá,
eran mulliditos. Lo hace sin mediar palabra, como le gusta al profesor, pero a éste le debe molestar
el gesto lúdico en un acto tan solemne como la cantata de las notas y le
ordena salir de clase. Romeo, que no entiende nada porque no le han explicado
por qué tiene que salir, obedece y compungido con lágrimas en los ojos espera a ver qué
ocurre después. El profesor más tarde le dice que “le ha decepcionado ese
comportamiento en él”, “que no le va a permitir a él portarse mal”. Romeo responde que no entiende qué
es portarse… En este momento el profesor le abandona y deja de escucharle.
Romeo se queda solo en el pasillo pensando que no le ha querido escuchar y que por lo mismo
que ha hecho él a otros no les hubiera castigado. Qué injusto.
Y así es, muy injusto. Esto es lo
que enseña el sistema educativo: que hay que ser rebelde con causa contra lo impuesto para que te dejen
en paz. Si obedeces y un día fallas, aunque no sepas que has fallado, te
penalizan.