jueves, 24 de septiembre de 2015

Romeo va en bici con mamá



Hay dos cosas que siempre he querido cuando tuviera un hijo: una mochilita para llevarle pegadito a mí y una silla para llevarle en mi bici. Lo demás me daba igual, pero eso lo quería tener. En su primer cumpleaños los abuelos le regalaron la silla para la bici y yo me puse la mar de contenta. Fue el 19-7-12 cuando le llevé en mi bicicleta por primera vez, tras esperar el tiempo que me habían recomendado. Recuerdo que al principio se quejó. No quería que le pusiera el casco. No aguantaba mucho tiempo sentado detrás sin protestar. Fue un Día de la Bicicleta cuando dejó de estar incómodo en ella. Poco a poco fuimos haciendo paseos más largos, hasta que le empezó a gustar. Vamos a la escuelita en ella, hacemos excursiones con amigos, salidas en familia, al mercado y hasta el anillo ciclista (parte de él) hemos hecho para comenzar el año 2015. Un día decidió ponerle nombre: Dera la llamó y así se lo escribimos en un costado. Ahora hasta ha cobrado vida y todas las mañanas la pregunta si nos quiere llevar a “Momo” y que qué tal ha dormido. También se ha inventado maneras de ir en Dera: vayuyú, que es ir deprisa; vayuyá, que es ir haciendo eses. Otra de las cosas que le gusta hacer es poner sus manitas o alguna cosa sobre mi sillín y que yo adivine qué es mientras pedaleo. Y otra cosa que le encanta y a mí no me gusta nada o casi nada, es descubrir “tesoros” en la calle y que yo me pare a cogerlos. Así tenemos la cesta de Dera llena de: palitos, pinzas, papeles de propaganda, plastiquitos de todos los tamaños y colores… Una vez se me cayó la bici estando él subido y el óptico de la tienda de enfrente me ayudó a enderezarla. Desde entonces es nuestro amigo. Alguna vez se ha quedado dormido en Dera cuando volvíamos a casa tarde de alguna salida. Además ahora Dera nos sirve a modo de carro cuando tenemos que ir a algún sitio andando. Dera es verdadera.

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