jueves, 26 de noviembre de 2015

Romeo se disfraza



Otra de las cosas maravillosas que encuentro en la maternidad es la posibilidad de un renacimiento propio. Los primeros carnavales que pasé con Romeo pensé: este es el momento de volver a disfrazarme, de hacer aquello que tanto me gustaba y dejé de hacer. Me agencié un pantalón amarillo y me hice un sol de cartulina para la cabeza y tachán: un sol. Le cosí a Romeo unas estrellas en su pantalón de chándal, le pinté una luna en la cara y tachán: una  “guga”, como él decía. Al año siguiente fue el puzle, que por entonces era lo que más le gustaba a Romeo. La familia al completo nos disfrazamos de un gigantesco puzle donde ponía RO-ME-O. Sólo el año pasado no nos disfrazamos porque íbamos al Peropalo de observadores.

Romeo se pinta en El Jardín de Momo siempre que le apetece: unas veces de lobo, otras de tigre, casi siempre de pirata… Hoy cuando le he recogido de la escuela era un pirata. Se ha pintado la cara de negro: barba, bigote, parche, frente… que apenas se veía cachito de piel sin pintura. Todos los que le veían le decían algo. Una señora le ha dicho: vaya, ¿qué te ha pasado? Cómo tienes la cara… ¿Te lavarás ahora al llegar a casa, no? ¿O al menos esta noche antes de dormir, pues vas a poner las sábanas?… Romeo y yo en silencio. Al rato Romeo le dice: es que quería ser un pirata. Ah, dice la señora, o sea que hoy en la escuela el tema eran los piratas. Yo sonrío y me preparo para subir al autobús que ya viene. Por el camino voy pensando los diferentes conceptos por los que ha pasado la escuela, tantos casi, como mentes humanas. Para esa señora la escuela es un sitio donde te administran un tema, en este caso los piratas. Para Romeo la escuela es un sitio donde puede desarrollar su interés de ese momento, en este caso los piratas. La “tutora” de Romeo me dijo el otro día que pintándose la cara trabaja sus miedos. Para mí es un espacio de calidad donde Romeo trabaja, es decir hace aquello que tiene-quiere-debe hacer como niño que es.

No hay comentarios: